Después de un tiempo ya sin publicar entradas recomendados un viaje o una escapada, hoy os traemos una ruta perfecta para despedirnos definitivamente del verano, y de las altas temperaturas que todavía nos acompañan en este cálido inicio de otoño.
Hasta que Napoleón III convirtió Biarritz, y Villa Eugenia (el actual Hotel du Palais) en su residencia de veraneo, el País Vasco francés y los diferentes pueblecitos que recorren la costa atlántica del país vecino eran una zona un tanto olvidada. Pero con la llegada del emperador francés y su esposa la región sufrió una extraordinaria transformación, y paso a convertirse en uno de los enclaves europeos preferidos por la aristocracia del viejo continente.
Hoy en día, la región sigue guardando la elegancia y distinción de la época, y lejos de la opulencia, los excesos y el lujo desmesurado (y un tanto ordinario) de otros destinos vacacionales de la jet set como la Costa Azul, Ibiza o Marbella, el País Vasco francés, también conocido como las Landas francesas se convierte verano tras verano en el destino perfecto para los amantes del surf y de la burguesía europea que busca la tranquilidad y la discreción de un enclave único.
Su paisaje de cuento en el que se entremezclan las bravas y frías aguas del Atlántico con el verde intenso y la tranquilidad de sus pueblecitos interiores, resulta una muy buena opción para disfrutar de unas mini vacaciones o un puente.
Lo ideal es moverse en coche y así poder ir haciendo ruta por las distintos pueblos y ciudades. Nuestro viaje empezó con un parada en Bayona, la capital económica de la zona. Indispensable un paseo por las callecitas que rodean la Catedral de Saint-Marie.
El templo, de estilo gótico, se erige en medio de una plaza repleta de terracitas en las que tomar un aperitivo, (el "apéro" como le llaman los franceses) antes de comer en uno de los múltiples restaurantes que bordean el río.
El templo, de estilo gótico, se erige en medio de una plaza repleta de terracitas en las que tomar un aperitivo, (el "apéro" como le llaman los franceses) antes de comer en uno de los múltiples restaurantes que bordean el río.
Alrededor de la catedral encontrarás, al más puro estilo de Montmartre en París, pintores de la zona que exponen sus obras a turistas y locales.
Las guindillas rojas, conocidas en la zona como pimientos de Espeleta, con uno de los productos más emblemáticos de la región.
Las alpargatas de esparto son uno de los productos estrella de la zona.
Como adelantábamos al inicio del post, la zona es uno de los enclaves del mundo preferidos por los amantes del surf y las olas. Capbreton, Hossegor y Seignosse, separados únicamente por un par de kilómetros, son un auténtico paraíso del surfy sus playas -escenario año tras año de una de las mayores competiciones de surf, el Quiksilver Pro France- a las que acuden surfistas de todo el mundo que acuden a la zona buscando la mejor ola.
El paisaje costero es totalmente diferente a la imagen de la costa mediterránea. Las playas se esconden tras enormes dunas de arena que una vez las atraviesas dejan al descubierto la inmensidad del Atlántico. En el agua: decenas de surferos a la espera de la ola perfecta.
De camino a la playa, indispensable hacer una visita al lago de Hossegor, situado al final del pueblo y desde el que puedes disfrutar de unas magníficas vistas.
Nuestra última parada del viaje: Biarritz. Solo entrar ya se nota ese aire noble que siempre ha caracterizado a esta deliciosa ciudad. Las fachadas de aire señorial, que datan de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX y principios del XX conviven con las casas típicas vascas que abundan en la región.
El edifico por excelencia, el famosísimo Hotel du Palais, cuya historia ha servido para inspirar el guión de la serie española Gran Hotel, y por el que han pasado los huéspedes más ilustres de todas las épocas.
¿Lo mejor? Pasear por la Grande Plage y perderse por sus callejuelas repletas de tiendas y firmas exclusivas (no aptas para todos los bolsillos).
Durante la visita a Biarritz resulta imprescindible entrar en la pastelería-chocolatería Maison Adam, con más de 300 años de historia, y hacerte con un gâteaux basque, unos macarrons o unos chocolates.
Por último, la gastronomía es otro de los grandes atractivos de la zona. Debido a la proximidad del mar, el pescado y sobre todo el marisco es el plato estrella, y sobre todo la típica mariscada, que ellosllaman plateaux de fruits de mer. Además de el famosísimo plato, de origen belga y que se come por toda la costa atlántica francesa, de mejillones con patatas fritas o (moules -frites, en francés) Por otro lado, y debido a la proximidad con la zona francesa del Gers, el pato, en todas sus versiones, es otro de sus productos típicos.
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